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Sábado, 9 de julio de 2016

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san Agustín Zhao Rong
y los Mártires Chinos


Isaías 6:1-8
Salmos 93:1-2, 5
Mateo 10:24-33

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bálsamo labial

"Mira: esto ha tocado tus labios; tu culpa ha sido borrada y tu pecado ha sido expiado" (Isaías 6:7).

Un serafín tocó los labios de Isaías con una brasa que había tomado con unas tenazas de encima del altar (Is 6:6). El serafín dijo: "Mira: esto ha tocado tus labios; tu culpa ha sido borrada y tu pecado ha sido expiado" (Is 6:7). Algo del cielo tocó los labios de Isaías y sus labios fueron abiertos para hablar la Palabra de Dios.

Cuán bendecidos somos, de que algo enviado desde el cielo también toque nuestros labios: la Eucaristía, el Cuerpo de Cristo (Jn 6:32-33; Catecismo 1402). Como la brasa de Isaías, la Eucaristía toca nuestros labios, nos quita la maldad, y expía nuestros pecados. Jesús indica esta capacidad de purgar el pecado diciéndonos: "…porque esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados" (Mt 26:28, ver también Catecismo 1846).

La Iglesia nos enseña: "La Eucaristía no puede unirnos a Cristo sin purificarnos al mismo tiempo de los pecados cometidos y preservarnos de futuros pecados" (Catecismo 1393), especialmente de "pecados mortales" (Catecismo, 1395), "así como el alimento corporal sirve para restaurar la pérdida de fuerzas, la Eucaristía fortalece la caridad, que en la vida cotidiana, tiende a debilitarse; y esta caridad vivificada borra los pecados veniales" (Catecismo 1394). Sin embargo, "la Eucaristía no nos preserva de futuros pecados mortales, eso es propio del Sacramento de la Reconciliación" (Catecismo, 1395).

¿Cómo puede uno no querer recibir la Eucaristía con frecuencia, diariamente si fuese posible? Permítele a Jesús tocar tus labios y tu vida.

Oración:  Jesús, dedico el resto de mi vida a Tu Cuerpo y Sangre eucarísticos. Que pueda guiar a miles a un estilo de vida Eucarística.

Promesa:  "Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre, que está en el cielo" (Mt 10:32).

Alabanza:  San Agustín no tenía temor de situaciones difíciles y valientemente dio su vida por Dios.

Referencia:  (Esta enseñanza fue presentada por un miembro del equipo editorial).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 18 de febrero de 2016.

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