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Domingo, 16 de junio de 2013

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11mo Domingo de Tiempo Ordinario


2Samuel 12:7-10, 13
Gálatas 2:16, 19-21
Salmos 32:1-2, 5, 7, 11
Lucas 7:36; 8:3

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sensible al pecado

"Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor" (Lucas 7:47).

Todos los grandes santos parecen tener muchos pecados, no porque ellos sean grandes pecadores, sino porque ellos son grandes amantes. Todos cometemos muchos pecados, pero algunos estamos conscientes de ello, mientras que otros no. El amor hace que nos volvamos sensibles al pecado. Cuanto más amamos a Dios, menos nos atrae el pecado y más nos damos cuenta de las cosas que ofenden al Señor. "Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor" (Lc 7:47).

Mientras que el Cristianismo sea percibido como un libro de normas, un código moral o una teología, será muy difícil estar conscientes de muchos de nuestros pecados. Es en esa relación personal con un Salvador viviente, donde nos concientizamos de que en distintas circunstancias se presenta la oportunidad de amar o del rechazo pecaminoso al amor. Por ejemplo, Natán recordó a David que el Señor lo ungió, rescató y lo bendijo. Luego puso de manifiesto a David su pecado. Consciente del amor de Dios, David confesó: "¡He pecado contra el Señor!" (2Sam 12:13).

Piensa sobre cuánto te ama Jesús. Él realmente sufrió y murió por ti. Toma un momento para contar tus bendiciones. A medida que el amor crece en ti, repentinamente te das cuenta que no has pensado en Dios por tres horas. O quizás no dijiste nada acerca de Él durante almuerzo, dejaste que el miedo a lo que otros pensaran sofocara el Espíritu en la oficina. Tú has pecado; tú has sido insensible a su Amor y su presencia constante. Pídele a Jesús que derrame su amor en tu corazón (Rm 5:5). Luego arrepiéntete.

Oración:  Padre, haz que tu Amor me sensibilice.

Promesa:  "Pero en virtud de la Ley, he muerto a la Ley, a fin de vivir para Dios. Yo estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí" (Gal 2:19-20).

Alabanza:  ¡Te alabamos, Jesús resucitado! Tú vives en nosotros, y nosotros vivimos en ti (Jn 6:56; 17:23). ¡Glorificado seas por siempre!

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de marzo de 2013

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