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Miércoles, 19 de diciembre de 2012

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Jueces 13:2-7, 24-25
Salmo 71:3-6, 16-17
Lucas 1:5-25

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¡que bebé!

"Estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre" (Lucas 1:15).

Dios rescata a su pueblo enviando bebés llenos del Espíritu Santo. Este ha sido el plan de Dios a lo largo de la historia de la salvación. Dios siempre ha enviado a los bebés para redimir y liberar a su pueblo. Los bebés: Sansón (Jue 13,5), Juan el Bautista (Lc 1,16-17) y Jesús (Lc 1,32-33) fueron encargados, desde su concepción, con la misión de rescatar al Pueblo de Dios. Las Escrituras presentan a Moisés (Ex 2,2ss) como un bebé que debió haber muerto pero, rescatado de una muerte segura, regresa para rescatar a Israel.

Ya que Dios rescata a su pueblo mediante bebés ungidos, Satanás combate enérgicamente la concepción, el parto y la crianza. De ahí que millones de bebés sean abortados cada año. A eso se añaden otros millones tampoco nacerán por el uso de anticonceptivos. Aun cuando logren ser concebidos y sobrevivan en el útero, todavía tendrán que enfrentar posibles abusos, divorcios y/o el maltrato de sus padres. No importa que estos recién nacidos tengan los mejores padres del mundo, eventualmente tendrán que enfrentarse a una cultura hostil de la muerte y su asalto a la vida. Jesús mismo casi fue asesinado por esa cultura (Cfr. Mt 2,13ss).

No rechacemos el Plan de Dios que intenta rescatarnos a través de los bebés…ni intentemos derrotarlo (Lc 7,30). Esta Navidad, abracemos al Niño Jesús y todos los bebés. "Hagan discípulos" (Mt 28,19) fomentando matrimonios santos que conciban, lleven y alimenten a bebés ungidos desde el vientre. Jesús, "la Vida" (Jn 11,25; 14,6), planea derrotar a la Cultura de la Muerte a través de nuestro decisión de abrirnos a la vida. «Escoge la vida» (Dt 30,19).

Oración:  Padre, que nuestros hogares "sean fecundos, multiplíquense" en tu Nombre (Gn 1,28).

Promesa:  "Él será para ti un motivo de gozo y de alegría" (Lc 1,14).

Alabanza:  ¡Oh "rama del tronco de Jesé"! Te han levantado como una señal para todos los pueblos; los reyes se quedan silenciosos en tu presencia; las Naciones se inclinan para adorarte. ¡Ven, que nada te impida venir en nuestro auxilio!

Referencia:  (Esta enseñanza fue presentada por un miembro de nuestro equipo editorial).